Un profesor de filosofía que
escribe en un periódico estadounidense estuvo en París el día del ataque
terrorista a la revista semanario Charlie Hebdo; el conmovedor artículo que
escribió acerca de sus experiencias contenía una opinión interesante, aunque a
mi forma de pensar, equivocada.
El profesor aseveró que no es lo mismo
producir caricaturas satíricas acerca de la Iglesia Católica—que en Francia
representa la mayoría de los creyentes religiosos—que crear sátira acerca de la
religión de un grupo oprimido y minoritario.
No se aclaró si eso de “oprimido” refería a
los musulmanes palestinos o las minorías francesas del Medio Oriente. Aunque no dudo ni un instante que sea muy
difícil ser un inmigrante musulman en Francia, donde la mayoría intenta
integrarse a la cultura, y sintiéndose ofendida o no por sátiras acerca de su
religión, no sale a matar. No es su
calidad de inmigrante o diferente lo que distingue a los creyentes, por más
difícil que tal estado resulte; es el hecho de que existe entre ellos personas
dispuestas a usar la violencia para imponer su forma de pensar—si es que la
palabra “pensar” sea aplicable. No es la
culpa de los musulmanes pacíficos, de los buenos ciudadanos que laboran todos
los días para salir adelante. Pero sí
existe algo en la cultura en general de los países musulmanes árabes que
fomenta el tomar las palabras del Profeta como una justificación para actos de
violencia. Ese algo no es una cuestión
religiosa, sin embargo, sino son elementos culturales, lo cual explica porqué
el país musulmán más grande, Indonesia, no representa un hervidero de
yijadistas.
La pregunta sería, entonces, ¿qué tan
válido es calificar ciertas ideas como blancos legítimos de la sátira, y otras
no? De mil maneras se ha hecho mofa de
los mormones, los católicos, los evangelistas, los judíos, los budistas, de
todas las marcas y los colores religiosos que uno quiera mencionar. El profesor de filosofía alega que es
inapropiado burlarse de las ideas religiosas de un grupo oprimido, pero como
filósofo debe saber que las ideas, todas, son cuestionables. Ese cuestionamiento es la materia de la
filosofía. Cuando no podemos investigar
u opinar en voz alta sobre el valor y la validez de una idea, simplemente no
somos libres.
Es una cosa muy distinta decir que un grupo
oprimido no debe sufrir el insulto adicional de la sátira de sus creencias, y
otra cosa muy diferente decir que no debemos hacerlo porque alquien nos puede
matar.
No debemos confundir la prudencia o la compasión con la libertad. No hay duda de que los grupos indígenas en
México forman una población discriminada y/u oprimida, ¿pero quiere decir eso
que no podemos criticar los múltiples abusos de los derechos humanos de las
mujeres que son parte de sus “usos y costumbres”, mismos que pasan la
Constitución por el arco del triunfo?
¿Que no podemos burlarnos de creencias primitivas que incorporan tanto
la superstición indígena como el fanatismo evangelista? ¿Que no podemos cuestionar la validez de un
sistema cultural en la cual los hombres no hacen nada y las mujeres lo hacen
todo pero sin el derecho de tener propiedades, ni de ser votadas? Hay grupos de indígenas que se matan entre sí
por asuntos de tierras o religión; no hay nada exótico o loable en ello, y si
forma parte de los usos y costumbres, tal vez sería hora de que dejemos de
confundir una colorida danza indígena o una artesanía bella con el derecho a la
estupidez ilegal.
Francia es la cuna de muchos de los valores más preciados en Occidente,
y los franceses han salido a defenderlos con una sola voz: “Je suis
Charlie”. La revista salió el miércoles
como siempre; los supervivientes del ataque lo han declarado como una meta ineludible.. Sus temas son sátiras contra cualquier
autoridad que los escritores crean pertinente.
Eso no va a cambiar. Ojalá y nos
dé valor para cambiarnos nosotros.
Etes-vous Charlie?
No hay comentarios:
Publicar un comentario