lunes, 18 de enero de 2010

Stupidity is an equal opportunity employer

Si han estado siguiendo la supuesta controversia sobre los matrimonios gay y la adopción de niños por estas parejas en el D.F., sepan que lo único que no predomina es la información.



Por una parte, se ha visto en algunos estudios (son pocos los que se han realizado) que los niños que crecen con una pareja gay se identifican con el género que corresponde a su identidad biológica; por otro lado, estos niños suelen ser más tolerantes ante las diferencias de los demás--y si algo hace falta en el mundo actual, es la tolerancia.



Pero dejemos a un lado esto, porque nadie se ha molestado en buscar datos fidedignos. Los clérigos están al borde de una crisis de nervios gracias a las nuevas disposiciones en el D.F., y hacen todo menos buscar datos. Por un lado, su desinformación llega a un grado apabullante porque no distinguen entre la homosexualidad y la pederastia--un confusión nada sorprendente considerando la larga, larga historia de la iglesia católica con la pederastia y sus esfuerzos por "reformar" a los sacerdotes pederastas. Ese especímen, Marcial Maciel, es un excelente ejemplo de la ceguera selectiva de las autoridades eclesiásticas a costas de quién sabe cuántos niños traumados de por vida por esta alimaña.



Lo más sorprendente para mí es la aseveración de que las bodas gay afectan al instituto de la familia y los valores familiares. ¿Qué quiere decir esto? ¿Voy a deshacer mi matrimonio o mi familia porque una pareja de homosexuales se casa en el D.F.? ¿Me voy a ver tentada a fugarme con una amiga? En cuanto a los valores familiares, ¿cuáles? ¿Los que dicen, según la iglesia católica y muchas iglesias protestantes, que el jefe de la familia es el hombre y todos los demás acatarán sus órdenes? ¿El valor que dice que una sarta de eunucos--léase sacerdotes--que jamás ha sabido lo que es vivir en pareja o cuidar y amar a un hijo me dirá cuándo y cómo daré a luz? ¿Los valores familiares patriarcales que promueven todavía en todo el mundo la nulificación de la mujer como ser humano?



¿O serán los valores de amor, de cuidarse mutuamente, de promover el bien de los hijos, de estructurar una familia estable y abrigadora que permite el mayor desarrollo y protección de todos sus integrantes? Porque si es así, eso es precisamente lo que buscan las parejas gay que deciden comprometerse con esos valores a la luz pública, casándose. Muchísimos lo hacen ya en la vida cotidiana pero no cuentan con la protección legal del instituto del matrimonio que se encarga de reconocer la validez del compromiso. ¿Cómo atenta contra la familia que dos personas se comprometan a favor de los valores mencionados?

¿O será que el asunto está en otro lado? La iglesia se ha establecido como la única fuente de verdad, y los que han comprado ese cuento, al hacerlo, atribuyen a la iglesia un poder enorme. Esta dinámica--la iglesia como poseedora de la verdad, y los creyentes que la sostienen en esta postura--se ve amenazado cuando una autoridad social toma una determinación diferente, misma que en efecto desmiente que la iglesia tiene--o merece tener--el poder que intenta ejercer. No es realmente el asunto de los matrimonios gay lo que tiene a los clérigos con las pantaletas hechas nudo, sino la posibilidad de que un concepto de la viejísima línea oficial pueda derrumbarse en el D.F., lo cual exhibe que el poder de la iglesia descansa sólo y únicamente sobre la base de la creencia popular. Desde el momento en que la gente cuestione si la iglesia realmente posee la verdad, las paredes del Vaticano comienzan a agrietarse.

Lo que temen no es que dos personas del mismo sexo se casen; les da pánico la posibilidad de perder su poder.

El verdadero motivo...

Las razones que di para haber dejado de escribir en El Norte son verdaderas: cansancio, hartazgo con la carga de negatividad en las noticias, la falta de seguridad hoy en día cuando no sabes cuáles callos estás pisando (¡o sí sabes!), y ciertas presiones de tiempo en ese momento. Además, no me parecía ético estar escribiendo solamente para cobrar un cheque cuando la calidad de lo que escribía decaía.

Pero hubo otro motivo. El sesgo en la forma en que se escriben los encabezados es evidente: el esfuerzo siempre está dirigido hacia el intento de atribuir algo turbio o mal hecho, no importa qué tan engañoso sea el encabezado, no importa el sesgo que se le tiene que dar para que el lector, si se lleva sólo esa parte del periódico, piense mal de algo o de todo.

Un motivo de peso es la paranoia mexicana que de inmediato sospecha de "mano negra" o "arreglo tamaleado" cuando alguien tiene algo positivo que decir. No sé si son décadas de priísmo que han enseñado al mexicano a renegar hasta de haber nacido, de ver conjuras detrás de cualquier comentario o evento, o qué cosa. Pero no hay duda de que semejante condición mental de suspicacia terminal predomina en el medio periodístico. Una vez que escribí algo positivo sobre la Ciudad del Conocimiento, un compañero me advirtió que no me fuera con la finta (aunque no pude definir la finta) porque quién sabe, porque sepa la bola, porque a lo mejor...

Los que leen la página editorial saben que las malas noticias abundan y los problemas son atacados con ahínco, y en parte es la función del editorialista--opinar. Pero más vale que tu opinión sea negativa, mis estimados, porque la única opinión valedera es ésa. Hace tiempo osé escribir alabando la labor de Alejandro Páez como Secretario del Desarrollo Económico, porque en aquel entonces y en éste, me parece que hizo un trabajo estupendo. Los "powers that be" en El Norte me informaron que el artículo parecía un infomercial a favor de Páez. Si yo hubiera escrito mentándole la madre, la abuela, y la tatarabuela, apuesto el pellejo que lo habrían publicado. La negatividad vende periódicos, vende noticieros en televisión, y ayuda a alimentar la apabullante ignorancia del "man in the street", ese mismo que con tanta sabiduría oculta votó por en engendro de Madedito y el cero a la izquierda de Rodriguito Medinita. Con una recua de políticos que piensan que las fiestas navideñas son el momento para suspender las acciones anti-alcohol--es una forma solapada de control de natalidad...okay, no tanto control de natalidad como control de supervivencia de los ya nacidos...y se rehúsan a obligar a los dueños de carros a someterlos al examen anti-contaminante (¡puta, otro método de control de supervivencia, no me daba cuenta!), tener a una persona como Alejandro Páez al frente del desarrollo económico de Nuevo León fue maravilloso. Alejandro Páez no necesita trabajar como funcionario, no necesita el dinero, y seguramente no necesita la casi mítica molestia de hacerlo. Ah, pero aguas y digas algo bueno acerca de un político...hombre, como si fuera un evento tan cotidiano. Porque entonces son infomerciales.

Vivan los infomerciales. Adiós al periodismo. Hay muchas formas de venderse. No todas se pagan con dinero.

Historia de una denuncia

Hace unos meses, recibí la petición de mi amigo Luís Eduardo Villarreal, fundador del refugio para migrantes Casanicolás, para atender a dos hermanas centroamericanas que habían sido violadas en el sur de México. El camino desde la frontera sur hasta cuando menos el D.F. es una pesadilla de robos, matanzas, violaciones, y trata de personas.

En este caso, ya había indicado a Luís que llevara a las dos mujeres a un centro de salud para ver si se habían contagiado con una enfermedad de transmisión sexual. No supe el desenlace en cuanto a VIH porque las hermanas siguieron su camino rumbo a Estados Unidos, y ya no tuve noticias de ellas.

Cuando fui a hablar con ellas, su historia fue un horror más allá de lo que la mayoría de nosotros nos parece posible en México. Fueron bajadas del tren desde Tapachula con otras personas y violadas tanto vaginal como analmente. Una de las hermanas sufrió desgarramiento de los tejidos anales y siguió el resto de su viaje con un dolor terrible. Ellas hicieron lo que hacen todos los migrantes centroamericanos: se levantan y siguen hacia el norte. Los violadores no se limitan a violar a mujeres tampoco; según las hermanas, se sabe de algunos violadores contagiados de VIH que se dedican a esparcir su mal a hombres y mujeres por igual, y siempre a la fuerza. Este saber puede o no ser válido; como los migrantes de Centroamérica, al igual que los migrantes mexicanos de las áreas rurales, se sienten solos, desamparados, odiados, y a veces desesperanzados, no es raro que acepten prostituirse con tal de poder comer otro día más. Se contagian de VIH y otras enfermedades, pero al regresar a sus hogares--si es que regresan--no hablan de sus actividades sexuales en el extranjero y proceden a contagiar a su vez a sus parejas mexicanas o centroamericanas. No es posible realmente llegar a una conclusión acerca de esta "leyenda urbana", o en este caso, leyenda rural, pero dado el salvajismo que reina en todo el trayecto desde la frontera sur hasta el D.F., no me sorprendería que fuera cierta.

El desgarrador relato de las hermanas, más varias otras historias que he escuchado durante los últimos dos años de parte de los migrantes, hizo que regresara a la casa enfurecida. Sin creer que serviría de nada, me metí a la página web de la Presidencia de México y escribí un mail lleno de la furia que sentía.

Pasaron las semanas, y comenzaron a llegarme e-mails y correo no virtual: que alguien había tomado nota de lo que escribí, por ejemplo. El día de hoy recibí una carta más desde el Gobierno Federal (específicamente, de la Secretaría de Seguridad Pública, Lic. Daniel Tello, Secretario Técnico) avisando que mi solicitud (número 006448) fue turnado a la Oficina del Comisionado General de la Policía Federal "para su análisis y atención correspondiente".

Tengo que confesar que no sé realmente lo que ello significa. Una de las réplicas hace meses me informó en detalle sobre todos los datos necesarios para levantar una denuncia formal en el caso de las hermanas. Esta respuesta me inspiró a disparar de nuevo, esta vez explicando que el problema no es asunto de este caso en particular, sino de toda la red de delincuencia y criminalidad que infesta el país y que se dedica a explotar, robar, y ultrajar a los indefensos migrantes. Desde Tapachula donde toman el tren que llaman "La Bestia" o al cruzar Chiapas donde tal vez tengan más éxito evadiendo "la migra" mexicana, los migrantes mueren. El primer robo suele suceder literalmente al cruzar desde Belice, en las orillas del río. ¿Cómo puede México compadecerse de los migrantes mexicanos cuando todo el sur del país es un infierno que mastica y escupe a los migrantes centroamericanos por decenas y decenas de miles?

No abrigo muchas esperanzas. Me han turnado mi denuncia una y otra vez; no tarda el país en desarrollar el mismo resentimiento ante los centroamericanos que nos guardan los gringos allá, ya que trabajan ilegalmente por mucho menos, algunos recurren a la delincuencia, y vienen y van por México siendo extorsionados a cada paso, en cada momento, en cada pueblo. El mismo estilo de vida del migrante provoca trastornos emocionales, endurecimiento, depresión y síndrome de estrés postraumático. Los que ya tenían algún padecimiento psiquiátrico se enloquecen. Pero cuando la única otra opción es morir de hambre, se arriesgan una y otra vez.

Mi denuncia, entre el éter virtual y la burocracia, probablemente morirá, también, una y otra vez.