Las razones que di para haber dejado de escribir en El Norte son verdaderas: cansancio, hartazgo con la carga de negatividad en las noticias, la falta de seguridad hoy en día cuando no sabes cuáles callos estás pisando (¡o sí sabes!), y ciertas presiones de tiempo en ese momento. Además, no me parecía ético estar escribiendo solamente para cobrar un cheque cuando la calidad de lo que escribía decaía.
Pero hubo otro motivo. El sesgo en la forma en que se escriben los encabezados es evidente: el esfuerzo siempre está dirigido hacia el intento de atribuir algo turbio o mal hecho, no importa qué tan engañoso sea el encabezado, no importa el sesgo que se le tiene que dar para que el lector, si se lleva sólo esa parte del periódico, piense mal de algo o de todo.
Un motivo de peso es la paranoia mexicana que de inmediato sospecha de "mano negra" o "arreglo tamaleado" cuando alguien tiene algo positivo que decir. No sé si son décadas de priísmo que han enseñado al mexicano a renegar hasta de haber nacido, de ver conjuras detrás de cualquier comentario o evento, o qué cosa. Pero no hay duda de que semejante condición mental de suspicacia terminal predomina en el medio periodístico. Una vez que escribí algo positivo sobre la Ciudad del Conocimiento, un compañero me advirtió que no me fuera con la finta (aunque no pude definir la finta) porque quién sabe, porque sepa la bola, porque a lo mejor...
Los que leen la página editorial saben que las malas noticias abundan y los problemas son atacados con ahínco, y en parte es la función del editorialista--opinar. Pero más vale que tu opinión sea negativa, mis estimados, porque la única opinión valedera es ésa. Hace tiempo osé escribir alabando la labor de Alejandro Páez como Secretario del Desarrollo Económico, porque en aquel entonces y en éste, me parece que hizo un trabajo estupendo. Los "powers that be" en El Norte me informaron que el artículo parecía un infomercial a favor de Páez. Si yo hubiera escrito mentándole la madre, la abuela, y la tatarabuela, apuesto el pellejo que lo habrían publicado. La negatividad vende periódicos, vende noticieros en televisión, y ayuda a alimentar la apabullante ignorancia del "man in the street", ese mismo que con tanta sabiduría oculta votó por en engendro de Madedito y el cero a la izquierda de Rodriguito Medinita. Con una recua de políticos que piensan que las fiestas navideñas son el momento para suspender las acciones anti-alcohol--es una forma solapada de control de natalidad...okay, no tanto control de natalidad como control de supervivencia de los ya nacidos...y se rehúsan a obligar a los dueños de carros a someterlos al examen anti-contaminante (¡puta, otro método de control de supervivencia, no me daba cuenta!), tener a una persona como Alejandro Páez al frente del desarrollo económico de Nuevo León fue maravilloso. Alejandro Páez no necesita trabajar como funcionario, no necesita el dinero, y seguramente no necesita la casi mítica molestia de hacerlo. Ah, pero aguas y digas algo bueno acerca de un político...hombre, como si fuera un evento tan cotidiano. Porque entonces son infomerciales.
Vivan los infomerciales. Adiós al periodismo. Hay muchas formas de venderse. No todas se pagan con dinero.
lunes, 18 de enero de 2010
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