jueves, 5 de febrero de 2015

EL BRONCO Y LAS TRANCAS



Jaime Rodríguez Calderón hace gala de la necesidad de extirpar a los políticos corruptos, malos, y flojos.  Expone sus puntos de vista en un video en redes sociales, colocándose una vez más como el paladín de los ciudadanos y el azote de los partidos podridos.

     Siempre es delicado hablar de la deshonestidad de otros antes de examinar la limpieza de las propias ropas.  Hace muchos meses, mucho antes de los tiempos establecidos en los reglamentos electorales para las campañas, los grandes panorámicos anunciaban las posturas de Rodríguez Calderón.  El truco utilizado para brincar estas particulares trancas resultó ser la frase “la película” al calce de los panorámicos, como si se tratara de un film biográfico sobre los quehaceres del sujeto en cuestión. 

    No sé qué me resulta más burdo: el truco y la incapacidad de los reglamentos electorales de contemplar semejante ardid, o la deshonestidad del auto-nombrado ejemplar de la honestidad.

    Es la maniobra más vieja de todas presentarse como “el candidato desde fuera” del orden político que llega para limpiar el mugrero.  La maniobra es vieja porque suele ser eficaz, cuando menos así ha resultado en Estados Unidos donde es usada en cada campaña presidencial reciente.  La desconfianza estadounidense en sus políticos no es muy distinta a la nuestra a pesar de la gran diferencia en la historia de cada país.  Esto se debe en gran medida a la naturaleza actual de las campañas electorales, cargadas como son de propaganda que se extiende como fuego debido a la tecnología moderna.  Cualquier insinuación, insulto, táctica propagandística, rumor, tergiversación, o mentira recorre la población a la velocidad de los electrones.  Lo mismo sucede con la información, las verdades, el análisis, las dudas, y las preguntas.  Pero por encima de las demás cosas, se buscan candidatos con un perfil popular, sonrientes, simpáticos, comunicativos, capaces de atraer a la gente sin poner demasiado en juego sus calificaciones para la chamba que buscan.  Y cuando los elegimos basándonos en esas características, desilusionan.  Nos caen bien y eso nos ahorra la molestia de analizar sus capacidades y su historia.  Pagamos el precio luego.

    Los ataques masivos, pintando a todos los partidos y a todos los políticos con la misma brocha negativa, es una maniobra común para que un candidato se distinga tajantemente de “los otros”.  Es tan injusto como deshonesto, pero utiliza nuestra desilusión y desconfianza, por no decir nuestra abismal flojera, para ahorrarnos el trabajo de cuestionar y analizar.  O tal vez, de leer.

    Hay de trancas a trancas.  Algunas son los impedimentos de la vida que requieren persistencia y valor para brincar, para lograr las metas planteadas, para salir adelante aunque sea a contracorriente.

    Otras se llaman “leyes”.  Habría que pensar que los ciudadanos vamos a pagar las campañas electorales; los requisitos para que un ciudadano sea candidato independiente existen en todos los países democráticos, y en efecto, como dice Rodríguez Calderón, representan impedimentos.  Es adrede.  De no ser así, nos iríamos a la bancarrota tratando de pagar las campañas de cada tío que de repente se crea capaz de gobernar. Si el ciudadano tiene suficiente interés en la candidatura independiente de Fulano o Mengano, entonces que se avoque al trabajo de recabar firmas a favor de su candidato.

    Pero cuidado brincando las trancas que son leyes.  Es precisamente lo que han hecho demasiados gobernantes.  Es precisamente lo que les reclamamos.  Nos parecerán bien o mal esas trancas, pero la forma de cambiarlas es otra.  Un caballo desbocado se lleva de encuentro lo que tenga delante aunque tenga que destruir el obstáculo.  Lo que queremos en nuestros candidatos es experience documentada, mesura, inteligencia, honestidad, arrojo, valentía.  Que nos hablen con los hechos, no con el manipuleo de la propaganda.