viernes, 28 de enero de 2011
Cansada...
Ya me cansé de la gente que me advierte que no debo emprender algo nuevo como un programa de trotar, sobre caminadora o en la calle, porque es totalmente seguro que me vaya a destruir las rodillas, las caderas, el corazón, y el cerebro! Ya que todos mis médicos me han aplaudido y apoyado, ¿quién más cuenta con autoridad para opinar? Es a todas luces evidente que los que me advierten de los desastres que se avecinan si pongo un pie en frente de otro son personas que no hacen ejercicio--excepto, claro está, ir del sofá al refrigerador por más hielo o una botana alta en calorías. Es como cuando una persona se pone a dieta. En vez de recibir porras, los demás se dedican a subvertir la fuerza de voluntad del pobre diablo que tuvo a bien anunciar que estaba a dieta. ¡Mala idea! Lo mejor es mantener todo en la más absoluta secrecía. Cada caloría renunciada, cada kilómetro recorrido, se convierte en un auto-reclamo para los que están pasados de peso y demasiado flojos para ejercitarse. Peor aún si el que emprende tal proyecto es de cierta edad, si lleva años pasado de peso, si toma la decisión en un momento que los demás creen "impropio". El concepto de la envidia kleiniano es muy útil en estos momentos: la envidia que desea destruir lo bueno del otro, que desea su fracaso, y se regocija en la derrota del otro. Así no tengo que verme a mí mismo, sumido en mi falta de movimiento y culpable de mi propia culpa. Así que, mutis, amigos, boca cerrada, proyecto secreto. Los que te apoyan son tus verdaderos amigos; los demás son otros pasajeros en el viaje de la vida, con quienes uno no desea compartir ni camarote ni barco.
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