Hoy a las cinco y media de la mañana, se fue la luz. Se fue estrepitosamente, con intentos de regresar a ritmo de metralleta, y lo único que pude pensar era en el número de aparatos que se fregarían gracias a las explosiones del flujo de electrones que iba y venía. Ya son casi las siete, y hay luz, pero no como debe de ser. Mientras yacía sobre el sofá en medio de la penumbra, me di cuenta de que no podía hacer café excepto en la estufa, no podía usar mi computadora (¡horror!), no podía tener la seguridad de que mis refrigeradores estaban bien. Esto, por no mencionar--obviamente los voy a mencionar--los aparatos de clima sobre el techo, de los cuales uno estaba prendido. Los que tenemos dinero en este país no sabemos hacer nada rústico excepto asar carne a la intemperie. Lo único que nos salva es el gas natural de las estufas, y una chimenea para los que la tengan.
Por eso hago composta. Por eso tengo una hortaliza casera. Cuando menos eso sabré hacer...
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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